Gregor Samsa, de David Llorente.

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Gregor Samsa

Un ser deforme y repugnante (vagamente semejante a un ser humano) se encierra en una jaula y decide no salir de allí jamás. Ya no puede aguantar una sola palabra más de compasión o de lástima. Además, necesita silencio y soledad para entregarse a la reconfortante labor de llamarse monstruo a sí mismo y de odiar a muerte a los que no tienen las mismas deformidades que él.

Queda todo por decir. Y yo creyendo que se había dicho todo. Creyendo, ingenuamente, que leyendo sus novelas sabes lo necesario de un autor. Eso es lo que me ronda la cabeza desde el pasado jueves en que asistí al estreno de Gregor Samsa, en Madrid.

 

Todo presagiaba un día de reencuentro con caras conocidas, con amigos y con el teatro. Y lo fue, pero fue mucho más que todo eso. El primer impacto fue la sala, un espacio rectangular rodeado de localidades en tres de sus lados. Con el escenario al mismo nivel, todo negro, sin florituras, sin alardes. Un espacio desnudo, para teatro en estado puro, en pleno corazón de Malasaña. Un actor y una actriz y, como actrices de reparto, unas sillas, que delimitan, agrandan o cercenan la escena al mismo tiempo que tus sentidos. Un foco directo a un bulto en el centro de la escena, sonido de un insecto volando y empieza la acción.

Gregor Samsa, de David Llorente.

 

A partir de ahí, todo es una sucesión rápida de días y acontecimientos, pero con un ritmo lento, detenido en cada uno de ellos como si fuesen lo único importante en su mundo y dejándote a ti con la sensación de eternos, pues a medida que avanza la acción, quieres saber más y lo quieres saber ya y te posicionas de parte de uno y otro personaje constantemente, sin más transición que sus diálogos. Te llevan y te traen a un mundo de sensaciones y emociones contradictorias, donde elegir se empieza a convertir en una misión imposible. Quizá innecesaria. Él, un ser que asusta, irrita, enternece, cabrea, te parece un desagradecido y te produce ternura y rechazo al mismo tiempo y, sin embargo, nunca sabes en qué estado te tiene, porque empatizas con él,  a la vez que tu cerebro le juzga y condena. Ella, Mísa, es blanca, luz, inocencia, cariño, bondad, generosa y bella. Te despierta la compasión y te ayuda a comprender el porqué de sus acciones y ni siquiera te planteas qué huella será la que haya dejado en ella su drama personal. Y, para cuando lo descubres es demasiado tarde, pues ya hará un buen rato que, probablemente, haya terminado la función.

Gregor Samsa, de David Llorente

“La madre que le parió”, ese fue el primer pensamiento que cruzó mi mente al finalizar la obra. Pregunté a Carmen y Samuel, unos amigos que estaban al lado, y los tres nos dimos cuenta de que no sabíamos precisar con palabras la sensación. Desde la parte racional hablábamos de que nos había gustado mucho, que los actores habían estado sublimes, que nos había impactado. Pero por más que hablábamos y hablábamos, por más que sonaban una y otra vez los aplausos mientras los actores salían a saludar, tu cuerpo se seguía preguntado qué coño le estaba pasando. ¿Qué coño era esa sensación? Y finalmente reconocí la misma sensación que tuve la primera vez que leí cada una de las novelas de David Llorente:

“este cabrón es un maestro poniéndote cara a cara con tus propias contradicciones. Llevándote al lugar de tu mente que se mantiene oculto, a tu lado oscuro. Te obliga, a través de lo que te ha hecho sentir, a hacerte las preguntas que casi siempre obvias hacerte. Y le odias un poco, a la vez que le admiras, por colocarte el puto espejo delante otra vez. A través de otro medio de expresión, a través de otro ambiente y de otras circunstancias, pero frente al puñetero espejo otra vez”.

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De izquierda a derecha: Ramón Nausía, Sherezade Atiénzar y David Llorente.

 

Por eso pienso, después de conocer su teatro, que su trayectoria es infinita, que no tiene límites, porque trabaja con su mente para poner en funcionamiento la tuya. Pero no es que te haga pensar solamente, es que te hace sentir y, desde ahí, un fogonazo a tu cabeza, que es lo que la pone en funcionamiento.

Mi consejo es que cuando salgáis de allí, pidáis unas cañas y habléis de temas frívolos para dejar a las sensaciones hacer su trabajo. Porque hoy, cinco días después, estoy en disposición de recomendarte, a ti que lees esto, a asistir a ver la obra sin ningún género de dudas.

Estarán en la Sala Intemperie Teatro todos los jueves de octubre. Puedes conseguir las entradas aquí. ¡No te la pierdas!

Gregor Samsa, de David Llorente.

8 de marzo. No les gustamos víctimas…

… tampoco luchadoras. 

Mejor calladas. 

Pues no.  No estáis de suerte.

Negar, obviar o menospreciar la discriminación, el acoso, la violencia de género y la desigualdad por razón de género no hace que dejen de existir. No cumplir con la igualdad es incumplir la Constitución, saquen las banderas. 
 
Lo contrario de #Feminismo no es #Machismo, es #AntiFeminismo.
Es decir, contrario a la igualdad.
Y tengo tantas cosas por decir que las resumo en un gesto de compromiso con todas esas mujeres que, apoyando las reivindicaciones, no pueden manifestarse, rebelarse, protestar… Y por todos esos hombres que comprenden, a pesar del ruido, que feminismo es igualdad. Venga va, y por ti que, sin apoyarla, te beneficiarás de lo que se vaya consiguiendo.
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8 de marzo. No les gustamos víctimas…

La duda

Qué sensación más rara esta de sufrir una revolución interior, un cambio drástico y radical y seguir viviendo como si nada, sin que todo tu entorno ni siquiera lo perciba. Quizá lo esté disimulando, quizá sea hora de dejar que aflore.

Me pregunto si las personas que conozco también evolucionan de una forma tan brutal y hacen lo mismo que yo, seguir mostrándose como si nunca hubiera sucedido…

 

Cillán M.

La duda

La necesidad y el vicio de mentir

 

No sé cuál es la razón última que elige un individuo para optar por la mentira. No en esos casos de vida o muerte, sino en cosas cotidianas, pequeñas, absurdas incluso. Lo cierto no es que sean determinantes en mi forma de comprender, de conocer, incluso de admirar, es algo más sutil, parecido a la inofensiva gota que golpea sin descanso una dura roca para acabar horadándola.

Entiendo que se deben sopesar, en décimas de segundo, las consecuencias de decir la verdad y el saldo sale desfavorable, eligiendo (como opción menos comprometida y, a priori, con menos efecto, la mentira). A corto plazo quizá sea así, se sale ileso del trance y airosamente continúa la vida. Con lo que no cuenta el mentiroso es con la información que capta el mentido, con la percepción de la situación, con las conclusiones de sus deducciones. Se olvida del contexto y de las conexiones neuronales que sus palabras desencadenan (muchas veces sin ser pretendido por el mentido).

Nuestro cerebro almacena datos, datos, datos y más datos. Los guarda ahí, sin función aparente, hasta que son rescatados por alguna palabra, situación, suceso…, por alguna mentira que pone en alerta todo el sistema.

El cerebro no tiene la conciencia de estar siendo engañado, pero avisa de que algo no encaja con los datos que posee. Se hace preguntas, te hace hacerte preguntas. Activa los sensores, el sentimiento de leve angustia, la maquinaria de la razón y la lógica, agudiza los sentidos y queda expectante a la siguiente reacción que confirme o desmienta.

Si la siguiente reacción viene a desmentir la sensación de estar siendo engañado, los síntomas desaparecen inmediatamente, los datos vuelven a encajar y todo sigue su curso. Pero si la siguiente reacción viene a confirmar las sospechas, el cerebro aumenta su actividad buscando el dato que consiga que todo encaje y si, efectivamente, la mentira ha existido, esa pieza no aparece y el cerebro enciende la luz de peligro.

Un caso aislado quedaría ahí, sin más, porque a efectos prácticos quizá ni siquiera te importe que te estén mintiendo. Pero ese dato, relacionado con la persona que lo provoca, queda grabado. Y la alarma, esta vez la de la precaución, volverá a saltar con el simple hecho de relacionar lo escuchado con la misma persona, la misma voz, la misma situación… Y cada vez que mienta, oculte o tergiverse la información que te proporcione, será como una de esas gotas inofensivas que caerán sobre la (en apariencia) imperturbable roca de la confianza.

Mónica Cillán

La necesidad y el vicio de mentir

Ellas y la poesía

Nuestro ideario literario común, el que se crea a través de la transmisión popular de conocimientos, no sería capaz de mencionar más de 20 mujeres poetas. Y más allá de Gloria Fuertes, ¿qué poetas femeninas aprendiste en el colegio? ¿Santa Teresa de Jesús, quizás…? Ahora, 30 años después, sería capaz de nombrar una buena cantidad de ellas, pero del colegio salí creyendo que los buenos poetas eran hombres. Y solo hombres. ¿Qué pasaría si preguntáramos ahora a los estudiantes de instituto? No tengo esperanza de que mejorara la respuesta.
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Lo cierto es que esta publicación nace de un artículo que me ha pasado Alfonso, y que os recomiendo, pero voy a centrarme en algo que menciona el mismo y que ocurrió hace muy poco tiempo. O mejor dicho, en cómo reaccionó una mujer a la que admiro (sin conocerla personalmente, pero con la que tengo conocidos comunes): Elena Medel. Porque no tenemos ni idea de la cantidad de motivos que tenemos para reivindicar lo que se roba a las mujeres por el simple hecho de serlo y también a la sociedad, invisibilizando su trabajo; y mucha menos idea de qué hacen muchas mujeres ante los ataques constantes a su arte. 
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El antecedente son las declaraciones de Chus Visor sobre la poesía escrita por mujeres: «la poesía femenina en España no está a la altura de la otra, de la masculina». Ante estas palabras hubo mucha polémica, pero la más acertada de las reacciones fue la de Elena Medel, mencionada en el artículo:
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– No entró en la polémica, sino que se puso manos a la obra y empezó a recopilar poesía escrita por mujeres en la cuenta de Tumbrl «Cien de cien» (que saldrá en breve en papel).
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Habilitó un espacio en el que enlaza libros de poetas femeninas y documentales como Las sinsombrero, emitido hace unos meses en RTVE.
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Este es el camino, la acción: Para mí es difícil entender que estas cosas sigan pasando. Que sea necesario reivindicar cada día tantas cosas. Tener que escuchar cada día tantas insensateces. Y, sobre todo, que el resto de hombres, muchos concienciados realmente con la igualdad, no levanten más la voz. Los hay, seamos justos, pero deben alzar más la voz. Más alto. Que muchos otros hombres sepan que no están solos en su lucha contra el machismo, porque los hombres que ejercen la igualdad también están siendo ninguneados. Poetas, escritores, editores, periodistas, lectores, la sociedad completa, por favor, solucionemos esto. El talento debe fluir para ser mejores como sociedad. Y una sociedad que excluye a la poesía femenina de las estanterías de la librerías os está vetando la posibilidad de elegir.
Ellas y la poesía

Los seis de Valencia

Sé, porque los veo en acción, que se dejan la piel, que dedican lo mejor de sí mismos y no escatiman esfuerzo ni ganas. Que los resultados de sus trabajos no son fruto del azar ni de la suerte, que el reconocimiento no llega por arte de magia y que, sobre todo, les veo disfrutar con lo que hacen.

Este fin de semana he visto de qué forma Laura corre de acá para allá, cámara en mano, cámara al cuello, portátil bajo el brazo, sonrisa en los labios, siempre una palabra amable mientras regala cariño en cada gesto y atrapa en su objetivo lo que ocurre delante (detrás, al lado, al otro lado) y despoja de artificios cada escena para contar en imágenes su propia versión de lo que está ocurriendo.

He visto a Julia ejercer las relaciones públicas de un modo magistral sin apenas darse cuenta. Pendiente de lo que hablaba con quien estuviera, a la vez que tenía un ojo puesto en su pareja para hacerle de apoyo, compañía, cómplice o todo lo que hiciera falta, ayudando a que ese equipo que forman los dos funcione con la precisión de un reloj, con una personalidad que se intuye fuerte y se comprueba que la misma nace de una sensibilidad que se le sale por los ojos.

Me alegro enormemente de volver a ver a Clara, de darle un abrazo y poder compartir con ella mucho más que unas horas. Ella, que hace a la perfección (y creo que sin planteárselo siquiera) que las cosas resulten fáciles con su simpatía y su actitud resolutiva. Y, además, me ha dejado ver lo que es la admiración, la incondicionalidad y el amor en sus maneras, en sus palabras, en sus opiniones…, que sin restarle un ápice de todo esto, son coherentes, fundadas y muy a tener en cuenta.

Observar a Gori es frenético, no para. Anda de acá para allá disfrutando de esas cosas que conlleva su trabajo de editor. Se le nota que disfruta hablando con unos, con otros, que en su cabeza tiene bien construido un puzle en el que constantemente va probando piezas que encajen y que, incluso en los momentos de relax (que se intercalan indistintamente) es una persona exactamente igual, muy activo, inquieto y siempre en movimiento. Su ritmo es desbordante.

David aparenta una calma eterna. Y digo aparenta porque sin necesidad de ser inquietud sí es efervescencia, en su gestos se nota la ágil habilidad de su mente. Da igual que esté sentado sin mover un dedo, solo hay que mirarle los ojos y las piernas, no paran quietos más de un instante. Da la errónea sensación, con su apariencia de inalterable, de que escribir lo que él escribe cuesta muy poco esfuerzo. Y ahí encuentro una parte imprescindible de su talento: hacer pasar por fácil lo que está al alcance de muy pocos. Y ver su sonrisa, esa que le nace de lo más profundo y te cuenta en un segundo (sin despegar los labios) todo lo que le está pasando es comprender que él, en mi caso, ha sido el origen primario de estas palabras cuando aún no estaban ni en el diccionario.

Y para cuadrar el círculo, Javier. Verle en acción es darse cuenta de su espíritu incombustible, de la entrega y pasión que pone en cada cosa que hace. Él no observa simplemente, va más allá, porque el hecho de que clave sus ojos en ti significa que has quedado al descubierto. Quizá no lo diga, pero sabe más cosas de ti de las que te gustaría que supiera. Y debe ser por eso que sabe en todo momento qué palabra necesitas, qué gesto, qué atención. Le he visto repartir su nobleza indiscriminadamente, ayudando a que todas y cada una de las cosas que hace vayan impregnadas de su verdad desnuda. Y le he dejado conscientemente para el final porque sin él, que se empleó a fondo en todo esto, no hubiera sido posible tener el corazón lleno de todas estas cosas buenas.

Les admiro. Conocerles, compartir tantos momentos y emociones con ellos, descubrir ese lado más personal, reírnos a carcajadas y muchos más detalles, solo hace que pueda decirles ¡gracias!, y hacerlo, además, a pleno pulmón. Gracias por haberme hecho sentir tan cómoda, tan como en casa, tan feliz. Gracias a todos y cada uno (que aunque no son los únicos sí que son los imprescindibles) porque han hecho que un encuentro de trabajo se haya acabado convirtiendo en una experiencia inolvidable. Gracias por tanto. Quizá otro día abra la maleta de muchas más cosas que me han fascinado este fin de semana en Valencia Negra, pero perdonadme que hoy se lo quiera dedicar a ellos en exclusiva.

Los seis de Valencia

Mi experiencia en #CyACartuja

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Siempre he criticado a los profesores que solo basaban su nota final en los resultados de un examen o en los conocimientos teóricos. Para mí es igual de importante la actitud, las ganas de experimentar y la implicación en aquello que se proponga en clase. Por esta razón, es posible que a más de uno le sorprendan los resultados de la actividad que hemos hecho juntos estos días de atrás, pero siendo fiel a mis principios es lo que he valorado: más que el resultado final, el proceso, el compromiso con la actividad y el cómo habéis ido aplicando a los casos prácticos lo que habíamos ido tratando a lo largo de la semana.

No soy una persona de halago fácil, ni los regalo gratuitamente, me gusta más la crítica constructiva y que entre todos nos ayudemos a ser mejores aportando, a su vez, lo mejor de cada uno. Pero sí tengo que deciros que esta semana juntos habéis sacado lo mejor de mí con vuestra actitud y os doy las gracias. De corazón. Vuestra implicación, colaboración y entrega ha conseguido que yo vea recompensadas las horas dedicadas a la actividad con creces. Lo del valor mayor que el costo, ¿recordáis? Pues eso, que me llevo mucho más de lo que aporto y eso siempre es una sensación muy placentera. Y os la debo a vosotros. A todos, porque incluso aquellos que se lo han tomado un poco más a la ligera, estoy segura de que hablando en un tú a tú más personal descubriríamos motivos fundados para tal actitud. Las cosas nunca pasan porque sí, o eso creo yo, y del mismo modo que José Miguel y yo no nos cruzamos en Twitter por primera vez porque sí, ¡mirad donde estamos!, tampoco habrá ocurrido «porque sí» que nos hayamos cruzado todos en esta actividad. El tiempo dirá por qué ha sucedido…

Hasta entonces, os voy a contar

“Mi experiencia en #CyACartuja

Hasta que conocí a José Miguel en Twitter una noche, como os decía, en una sesión de #MarketerosNocturnos (que os aconsejo seguir si os gusta esto del marketing), yo pensaba que la educación, la forma de impartir conocimiento en España se estaba quedando obsoleta. Fijaos, impartir es el verbo que utilizamos, cuando la palabra adecuada sería compartir, si hablamos de conocimientos. Pero cuando me contó en dos tuits que buscaba profesionales para hacer esta actividad que habéis hecho conmigo y con mis compañeros, no lo pensé ni un segundo. Y no sé si José Miguel lo recuerda, pero mi respuesta fue algo así como: “haces que recupere la fe en la enseñanza, cuenta conmigo”. Desde ese momento estoy de su lado incondicionalmente para lo que necesite, por eso este año hemos coincidido vosotros y yo, así comenzó todo.

¿Por qué os cuento todo esto?

Os cuento esto para que veáis el poder que tienen las redes sociales bien utilizadas. Los medios sociales en general no dejan de ser un medio para comunicarse. Y ya está, un medio. Lo que hay detrás de cada nick es una persona de la que podremos aprender algo. No descartéis a nadie por adelantado, dadle la oportunidad de que os explique qué hace, qué sabe, a qué se dedica y quizá, dentro de poco me estéis contando que habéis encontrado proyectos para colaborar o incluso un trabajo en las redes sociales. No desaprovechéis su potencial, y eso, justo eso, es lo que habéis aprendido este año con José Miguel y todos nosotros. La atención al cliente, el marketing y demás es el tema de interés común que compartimos, pero la verdadera enseñanza, y solo es mi opinión, es lo que nunca se os va a olvidar: las redes sociales no son solo para perder el tiempo. ¿Me equivoco? Si opináis diferente (y si estáis de acuerdo, también) me lo podéis contar en los comentarios. Me encantará.

Yo quiero aprovechar la oportunidad para desearos lo mejor. Pero no desearos lo mejor como esos milagros que suceden por suerte o por azar. No, no creo ni en la suerte ni en el azar, creo en el esfuerzo y en la generosidad. Y ahí es donde deseo que estéis, esforzándoos por lo que queréis y siendo generosos y compartiendo conocimientos con los que vengan detrás. Ese es, en mi caso, la fórmula de mi éxito profesional. Que no necesariamente coincide con lo que en general se considera éxito, también es verdad. Yo no estoy forrada ni me llueven los trabajos, soy bastante selectiva y trabajo altruistamente en un proyecto en el que creo antes que en uno que no me guste por mucho que me paguen. Pero esa es mi filosofía, cada uno debéis encontrar la vuestra.

Lo que he aprendido con vosotros.

Yo, lo que he aprendido con vosotros este año es que no es verdad lo que cuentan las noticias de que la juventud española es apática, que no se interesa por nada y todo eso. En realidad, más que aprenderlo, lo he comprobado. No sois jóvenes de esos que pintan los medios de comunicación, todo lo contrario. En la mayoría he visto ganas de aprender, de compartir. Y coincido con los comentarios que teníamos el otro día en Twitter en que mucha responsabilidad de la falta de interés en clase es por el método de enseñanza o por la actitud del profesor en cuestión. También leía en vuestros blogs que no imaginabais, ni por asomo, que esta forma de enseñar existiera y mirad si es posible, lo estáis viviendo. Si José Miguel lo hace, es que es posible. Quizá no sirva para todas las asignaturas, pero para eso está la imaginación, para intentar buscar la fórmula para cada una de ellas. Ahí lo dejo.

Y a vosotros, solo una cosa más, pero importante:

Muchas gracias. Muchísimas gracias por vuestros tuits durante toda la semana, hemos batido hasta un record en el #CyACartuja, jajaja, inimaginable antes de empezar.

Muchas gracias por haber ido a más y haber conseguido motivarme tanto.

Muchas gracias por vuestra humildad y generosidad a la hora de aprender. Y por decir que aprendéis de mí, fijaos, aprender de mí decís, que considero que tengo todo por aprender aún.

Muchas gracias por vuestros correos, por vuestras palabras, muchas de ellas me han emocionado un montón.

Muchas gracias por valorar nuestro trabajo, es algo maravilloso sentirse valorado por hacer bien lo que es nuestra pasión.

Os espero a todos en el futuro,

el presente ya nos lo hemos comido con patatas.

¡Gracias!

Mónica Cillán.

Nota: he decidido no hacer ninguna mención especial porque ya me ha costado bastante decidir lo de los libros y todo eso. Disculpadme, pero cuando se trata de elegir, siempre creo que puedo estar siendo injusta y es algo que llevo fatal. Solo espero que cada uno os veáis identificados en partes de esta carta porque os incluye a todos. Hasta pronto.

Mi experiencia en #CyACartuja

Cómo cumplo yo mis sueños

Una personita (a la que quiero mucho) me acaba de pasar un artículo acompañado del siguiente mensaje:

“Hasta a nosotras, que tendemos a conseguir lo que verdaderamente queremos, nos viene bien”.

Y añadía que, aunque el artículo no dice nada nuevo, tiene fuerza. Y es verdad. Discrepo del tono, de la estructura y de la retórica del mismo, pero el mensaje es potente y acertado.

Esto me hace recordar algunas conversaciones en las que he tenido que explicar cómo funciona mi forma de conseguir mis sueños. Y no son pocos los que se han cumplido (otros sé que vienen en camino). Cuando hablo de esto, la pregunta que me suelen hacer es “¿Y qué haces para conseguirlos?”, de entrada suelo responder que nada. Pero no es del todo cierto. No hago nada, en realidad, de lo que se considera que hay que hacer para lograrlos, pero sí hago algo (mucho más efectivo y eficaz) para dejar que los sueños lleguen hasta mí y se vayan cumpliendo.

¿Qué son para mí los sueños?

Los sueños no dejan de ser objetivos que nos marcamos como ideales a los que aspirar (dedicarte a lo que te gusta, vivir junto al mar, formar una familia…) y, por tanto, son realizables. Luego están las fantasías, que son los sueños irrealizables. Y hay que saber distinguir entre unos y otros. Hoy os hablo de los sueños realizables, lo que suelen llamar por  ahí «tus objetivos en la vida».

¿Cómo nacen?

Todos buscamos hacer cosas que nos hagan sentir bien, aspiramos a la mayor satisfacción posible y, por tanto, perseguimos lo que consideramos mejoras. Un mejor trabajo, un mejor horario, un mejor lugar donde vivir, pero si los planteamos de forma general, sin definir, dejan de ser objetivos realizables.

Hay que concretar:

Un mejor trabajo > Quiero trabajar de lo que me gusta, dedicarme a la comunicación online (en mi caso). ¡Cumplido!

Un mejor horario > Quiero trabajar desde casa para poder organizar mi tiempo como mejor considere y tener libertad de movimiento. ¡Cumplido!

Un mejor lugar donde vivir > Quiero vivir junto al mar, en un entorno poco masificado y en una casa agradable pero sencilla. ¡Por cumplir!

Qué hago con ellos:

Me los creo. Me los repito. Me los tatúo en el cerebro. Imagino cada detalle de cada sueño por cumplir, hasta la extenuación. Lo digo en voz alta segura de lo que estoy diciendo. Me imagino viviéndolos, disfrutándolos, compartiéndolos. Imagino también qué beneficios tendrán en mi vida. Y, por supuesto, valoro las renuncias que tendré qué hacer, los sacrificios que supondrán, el esfuerzo que requerirán y la actitud que tendré ante las objeciones que me vaya encontrando.

Y ya está, así se cumplen.

¿No me crees? Piénsalo.

Predispongo a mi mente de tal forma hacia un objetivo, que todas las decisiones que voy tomando, aun de manera inconsciente, me van dirigiendo a cada uno de ellos.

Cuando me encuentro con gente negativa o pesimista que todo lo ve irrealizable, me paro a observar cómo es su vida, cuáles son sus sueños y qué está haciendo para conseguirlos. Y en la mayoría de los casos son personas resignadas a la situación que tienen. Por tanto, su opinión no cuenta y la descarto.

Cuando me encuentro con gente crítica o curiosa que hace observaciones o preguntas, abro la mente, las orejas, los ojos. Escuchando sus críticas o dudas me hace replantearme el camino a seguir, ¡ojo: nunca el sueño a cumplir, solo la manera de conseguirlo! Quizá me descubran que he de cambiar algo de mi actitud, de mi hábito diario, de mi actividad. Y tomo buena nota.

La actitud:

La actitud lo es todo. Hay que aceptar que los cambios suponen riesgos, renuncias, sacrificios y estar dispuestos a asumirlos. Y cuando se presente la oportunidad de acercarse un paso más a ellos, no dudar y tomar la decisión. Pese a quien pese y cueste lo que cueste.

¿Y cuándo se cumplen?

Al principio no te lo crees. Luego te alegras. Luego te recriminan ciertas cosas y, al final, comprendes que toca disfrutarlo y marcarse el siguiente objetivo.

¿Te has dado cuenta de que no he utilizado ni una vez la palabra suerte?

¿Qué haces tú para conseguir tus sueños?

Mónica Cillán

@mcilland

Cómo cumplo yo mis sueños

Cosas que me dice mi yo analógico

En la vida (y, sobre todo, en Facebook) triunfan tres cosas:

la mediocridad, los estereotipos y el miedo.

Mi yo analógico. Foto de Tatsuyoshi Hattori Pedraja
Imagen de Tatsuyoshi Hattori Pedraja. (Gracias).

Es interesante ver cómo se apoya (en esta red social), sin nigún tipo de escrúpulo, a gente y contenidos mediocres que no aportan nada de valor. Siendo simples copias de copias de copias y refritos de publicaciones o de consejos de coaching.

Me sorprende, también, que se usen lazos y frases reivindicativas en, por ejemplo, el Día de la Mujer, y luego llenéis los perfiles de imágenes y frases que la denigran. (Esto valdría para cada una de las causas que se reivindican).

Y el miedo, que campa a sus anchas. No hay más que veros la rabia y la inquina en los comentarios politicos y en las reacciones a una crítica. Se intenta hacer pasar por opinión, pero a mí me parece un escudo de palabras con el que intentar defenderse, como si una opinión contraria supusiese un ataque feroz. Mesura, señores, aprendamos escuchando opiniones diferentes.

Y, de verdad, no es obligatorio publicar cosas (miles de cosas absurdas, la mayoría de las veces) a diario. Si no tienes nada que aportar un día, no pasa nada. Cállate y disfruta leyendo al resto.

Mónica Cillán

@mcilland

Cosas que me dice mi yo analógico