Las palabras que no decimos vienen y van,
nuestros ojos las sostienen como un imán.
“Libélulas rojas”
Las palabras que no decimos vienen y van,
nuestros ojos las sostienen como un imán.
“Libélulas rojas”
Me gusta el verbo libre y desnudo
despojado de florituras,
imberbe en sus intenciones
y de canoso efecto.
Me sumo al clamoroso gritar del alma pidiendo libertad;
al absurdo de lo cotidiano.
Soy, entre muchas otras nadas, una nadería
rozando tu piel silente en esas noches calurosas;
el frescor del mar en el baño de San Juan;
el rayo de luna invisible y el rayo de sol invernal.
Soy el rumor cuando se vuelve murmullo acariciante;
la miseria a contraluz expuesta,
descarnadamente abierta y apestando.
Desalmo los sentimientos,
busco en la basura de la conciencia
pretendiendo sernos
cuando solo sabemos sabernos.
Cuando revire el viento y azote la desgana
cuando en tu lecho repases
cuando hagas la cuenta y te salga a deber.
Qué, cuando no podamos, qué.
Cuando viertan las nubes su acidez
cuando todos seamos muertos sin querer
cuando te asuste la vida y no puedas beber…
Qué hacemos con los besos que dejamos pasar
con los momentos que postergamos
qué hacemos cuando seamos conscientes
y comprendamos,
qué timo de eternidad.
¿Vendrá el tiempo a darme la razón?
pensarás, sin decirlo (lo sé),
he sido un cobarde.
Recordarás las decisiones que no tomaste
y ya para qué.
Me auguro un pensamiento:
y ahora qué.
Cillán M.
Ya me gustaría verte,
una noche cualquiera,
con un aguijón como este
clavado en la garganta.
Mónica Cillán.
Siento la tristeza
entre esta tristeza mía,
zarandea el sosiego
mi sosiego fugaz,
la calma desconocida
en la lucha incesante
de mi yo contra mí.