Gregor Samsa, de David Llorente.

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Gregor Samsa

Un ser deforme y repugnante (vagamente semejante a un ser humano) se encierra en una jaula y decide no salir de allí jamás. Ya no puede aguantar una sola palabra más de compasión o de lástima. Además, necesita silencio y soledad para entregarse a la reconfortante labor de llamarse monstruo a sí mismo y de odiar a muerte a los que no tienen las mismas deformidades que él.

Queda todo por decir. Y yo creyendo que se había dicho todo. Creyendo, ingenuamente, que leyendo sus novelas sabes lo necesario de un autor. Eso es lo que me ronda la cabeza desde el pasado jueves en que asistí al estreno de Gregor Samsa, en Madrid.

 

Todo presagiaba un día de reencuentro con caras conocidas, con amigos y con el teatro. Y lo fue, pero fue mucho más que todo eso. El primer impacto fue la sala, un espacio rectangular rodeado de localidades en tres de sus lados. Con el escenario al mismo nivel, todo negro, sin florituras, sin alardes. Un espacio desnudo, para teatro en estado puro, en pleno corazón de Malasaña. Un actor y una actriz y, como actrices de reparto, unas sillas, que delimitan, agrandan o cercenan la escena al mismo tiempo que tus sentidos. Un foco directo a un bulto en el centro de la escena, sonido de un insecto volando y empieza la acción.

Gregor Samsa, de David Llorente.

 

A partir de ahí, todo es una sucesión rápida de días y acontecimientos, pero con un ritmo lento, detenido en cada uno de ellos como si fuesen lo único importante en su mundo y dejándote a ti con la sensación de eternos, pues a medida que avanza la acción, quieres saber más y lo quieres saber ya y te posicionas de parte de uno y otro personaje constantemente, sin más transición que sus diálogos. Te llevan y te traen a un mundo de sensaciones y emociones contradictorias, donde elegir se empieza a convertir en una misión imposible. Quizá innecesaria. Él, un ser que asusta, irrita, enternece, cabrea, te parece un desagradecido y te produce ternura y rechazo al mismo tiempo y, sin embargo, nunca sabes en qué estado te tiene, porque empatizas con él,  a la vez que tu cerebro le juzga y condena. Ella, Mísa, es blanca, luz, inocencia, cariño, bondad, generosa y bella. Te despierta la compasión y te ayuda a comprender el porqué de sus acciones y ni siquiera te planteas qué huella será la que haya dejado en ella su drama personal. Y, para cuando lo descubres es demasiado tarde, pues ya hará un buen rato que, probablemente, haya terminado la función.

Gregor Samsa, de David Llorente

“La madre que le parió”, ese fue el primer pensamiento que cruzó mi mente al finalizar la obra. Pregunté a Carmen y Samuel, unos amigos que estaban al lado, y los tres nos dimos cuenta de que no sabíamos precisar con palabras la sensación. Desde la parte racional hablábamos de que nos había gustado mucho, que los actores habían estado sublimes, que nos había impactado. Pero por más que hablábamos y hablábamos, por más que sonaban una y otra vez los aplausos mientras los actores salían a saludar, tu cuerpo se seguía preguntado qué coño le estaba pasando. ¿Qué coño era esa sensación? Y finalmente reconocí la misma sensación que tuve la primera vez que leí cada una de las novelas de David Llorente:

“este cabrón es un maestro poniéndote cara a cara con tus propias contradicciones. Llevándote al lugar de tu mente que se mantiene oculto, a tu lado oscuro. Te obliga, a través de lo que te ha hecho sentir, a hacerte las preguntas que casi siempre obvias hacerte. Y le odias un poco, a la vez que le admiras, por colocarte el puto espejo delante otra vez. A través de otro medio de expresión, a través de otro ambiente y de otras circunstancias, pero frente al puñetero espejo otra vez”.

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De izquierda a derecha: Ramón Nausía, Sherezade Atiénzar y David Llorente.

 

Por eso pienso, después de conocer su teatro, que su trayectoria es infinita, que no tiene límites, porque trabaja con su mente para poner en funcionamiento la tuya. Pero no es que te haga pensar solamente, es que te hace sentir y, desde ahí, un fogonazo a tu cabeza, que es lo que la pone en funcionamiento.

Mi consejo es que cuando salgáis de allí, pidáis unas cañas y habléis de temas frívolos para dejar a las sensaciones hacer su trabajo. Porque hoy, cinco días después, estoy en disposición de recomendarte, a ti que lees esto, a asistir a ver la obra sin ningún género de dudas.

Estarán en la Sala Intemperie Teatro todos los jueves de octubre. Puedes conseguir las entradas aquí. ¡No te la pierdas!

Gregor Samsa, de David Llorente.

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